En esa búsqueda tan
característica de la unidad de las formas vivientes de los Naturphilosophen, el
alemán Richard Oken ya en 1805 había intuido que los seres vivos estaban
formados de células. Pero había de pasar medio siglo antes de que esta idea
pudiera sostenerse sobre hechos de observación.
Después de las
observaciones microscópicas de Hooke en el corcho, las celdillas descritas por
él fueron confirmadas, entre otros, por Malpighi en las plantas verdes; en 1831
Robert Brown, médico y botánico inglés, descubrió los corpúsculos que llamó
núcleos (diminutivo de nux, nuez); en 1835 Gabriel Valentin, de Berna,
describió el nucléolo y un año después introdujo el término de parénquima para
referirse a la substancia situada entre el núcleo y la pared de la celdilla. El
médico checo Jan Evangelista Purkinje introdujo el término protoplasma en una
conferencia en 1839, publicada un año después. Ese mismo año apareció su
publicación, en polaco, sobre las fibras que llevan su nombre, descubiertas en
el corazón bovino. Todas estas observaciones no van más allá del aspecto
puramente descriptivo.
El primer paso en la
generalización e interpretación de las observaciones fue dado por el botánico
Matthias Jacob Schleiden (1804-1881) que expuso en su trabajo Beiträge zur
Phytogenesis de 1838 (Contribuciones a la fitogénesis). En él sostuvo que todas
las plantas estaban formadas de células y que éstas correspondían a la unidad
estructural del reino vegetal. Pero formulaba, además, una teoría acerca de la
manera cómo se formaban las células, a saber: a partir del cito lasto (léase
núcleo) y éste, a su vez, se generaba por una especie de coagulación de la
substancia madre que llenaba la celdilla.
El segundo paso lo dio
Theodor Schwann al extender la doctrina de su amigo Schleiden al reino animal.
Theodor Schwann, médico,
fisiólogo y zoólogo, nació en Neuss, cerca de Düsseldorf en 1810 y murió en
1882. Hombre tímido, introspectivo y piadoso, se educó en el Colegio Jesuita de
Colonia, estudió en las universidades de Bonn, Würzbug y Berlín. Fue uno de los
tantos discípulos de Johannes Müller.
Puede decirse que toda la
obra productiva de Schwann es de su juventud, después de la formulación de la
Theorie der Zellen como capítulo de su obra de 1839, publicada a los 29 años de
edad, Mikroskopische Untersuchungen über die Übereinstimmung in der Struktur
und Wachstum der Thiere und Pflanzen (Investigaciones microscópicas sobre la
concordancia en estructura y crecimiento de los animales y plantas), abandonó
Alemania por una crisis personal, agravada por no haber podido encontrar un
puesto universitario, se fue a Lovaina y a Lieja, donde se dedicó a la docencia
y no hizo ninguna otra contribución a la ciencia.
Pero de su juventud
proceden numerosos aportes en los campos de la histología, fisiología y
microbiología, entre otros: descubrimiento de la vaina de los nervios, la cual
lleva su nombre; descripción de la musculatura estriada del segmento proximal
del esófago, descubrimiento de la pepsina, demostración de la importancia de la
bilis en la digestión, demostración experimental de la dependencia funcional
entre magnitud de la tensión del músculo en contracción y longitud;
demostración de la putrefacción como fenómeno dependiente de agentes vivos;
descubrimiento de la naturaleza orgánica de las levaduras; demostración de la
fermentación como fenómeno causado por levaduras.
De manera similar al
trabajo de Schleiden, el de Schwann no consistió simplemente en extender la
concepción celular al reino animal sino además, en formular un principio acerca
de la generación de las células en los seres vivientes, de ahí la justificación
de teoría celular. El proceso ocurría así: en una masa informe, el cito
blastema, se formaban primero los núcleos, luego, alrededor de ellos, las
celdillas, y todo eso, por una especie de cristalización, en todo caso, por un
proceso gobernado por leyes físicas que rigen la agregación de moléculas del cito
blastema.

